DE LA EQUIDAD AL CRECIMIENTO

En la última década, la noción de “crecimiento sin equidad” ha ganado fuerza en el discurso político, la literatura económica y los medios especializados como una explicación central del malestar social en los países emergentes. Aunque el crecimiento económico ha logrado reducir los niveles de miseria, no ha sido suficiente para enfrentar la profunda desigualdad, alimentando así el discurso anti-establecimiento y una creciente aceptación social de la conflictividad. Frente a esta realidad, varios actores políticos han ofrecido respuestas centradas en la expansión del gasto social y en promesas de bienestar, que si bien atienden demandas legítimas, pueden traducirse en políticas asistencialistas, fiscalmente insostenibles y perjudiciales para el aparato productivo, afectando la inversión, el empleo y las libertades económicas.
En la última década, la noción de “crecimiento sin equidad” ha ganado fuerza en el discurso político, la literatura económica y los medios especializados como una explicación central del malestar social en los países emergentes. Aunque el crecimiento económico ha logrado reducir los niveles de miseria, no ha sido suficiente para enfrentar la profunda desigualdad, alimentando así el discurso anti-establecimiento y una creciente aceptación social de la conflictividad. Frente a esta realidad, varios actores políticos han ofrecido respuestas centradas en la expansión del gasto social y en promesas de bienestar, que si bien atienden demandas legítimas, pueden traducirse en políticas asistencialistas, fiscalmente insostenibles y perjudiciales para el aparato productivo, afectando la inversión, el empleo y las libertades económicas.

Prólogo

Los países de América Latina y el Caribe se han construido en torno a relatos y promesas de riqueza y desarrollo. Así fue como se conquistó, primero, la independencia y, luego, mayor bienestar para nuestros pueblos. Sin embargo, el camino al desarrollo pleno, lejos de ser lineal o estar cerrado, ha tenido traspiés y ha sido objeto de interpretaciones contradictorias.

Hoy siguen vigentes muchas dudas.

La política y la economía han sido los grandes espacios para debatir sobre alternativas, agendas y miradas unificadoras, pero sería ingenuo pensar que las decisiones solo se han tomado como resultado de la deliberación racional. Los periodos de estabilidad democrática se alcanzaron recién en la década de 1990, a la salida de dictaduras y la consolidación del Estado de Derecho. Después de haber vivido guerras civiles, reformas agrarias y nacionalizaciones, golpes de estado, las sociedades latinoamericanas parecían encaminadas en una ruta ascendente de progreso económico para conseguir, al fin, el esquivo desarrollo. Los datos de aumento de riqueza, de los niveles educativos, así como de reducción de la pobreza y de la mortalidad infantil, están allí para refrendarlo.