Introducción
Jonathan Malagón y José Ignacio López
Potenciar el crédito e incluir a cada vez más personas en su uso y aprovechamiento es una de las principales metas con las que está obsesionado nuestro sector financiero. La apuesta es clara: el financiamiento formal se caracteriza por ser una herramienta fundamental para emprender e invertir, además de facilitar el suavizamiento del consumo, lo que no solo potencia el crecimiento económico, sino que aumenta el bienestar de la sociedad.
No obstante, esta labor enfrenta retos importantes en un país como Colombia, donde la informalidad en el mercado laboral asciende a 56,1% y no se tiene acceso a información de potenciales usuarios de manera fácil. A esto debe sumarse el tratamiento de usuarios que no lograron cumplir con sus obligaciones a tiempo, lo que acarrea un reporte negativo en su historial crediticio, usuarios que, eventualmente, pueden ser objeto de una estrategia de rebancarización. Hoy, tan solo el 36% de los colombianos tienen un crédito formal.