En América Latina estamos siendo testigos de un doble fenómeno tan masivo como preocupante: la urbanización en pobreza. En la última década, las ciudades han crecido un 13% en promedio, pero esta cifra no ha estado acompañada por mejoras en la calidad de vida. Hablamos de ciudades donde uno de cada cuatro habitantes vive en pobreza monetaria, donde la informalidad laboral alcanza 48% y donde ahorrar para una cuota inicial o acceder a un crédito formal parecen barreras insalvables.
Colombia no es ajena a esta realidad. Es cierto que nuestros indicadores son mejores a los promedios de la región -con un déficit cuantitativo de 6,8% frente a 10% latinoamericano, un déficit cualitativo de 22% frente a 24%, y solo un 10% de la población viviendo en barrios informales, comparado con 17% regional-, pero aún estamos lejos de cerrar la brecha. La tarea no es solo mejorar el desempeño del sector vivienda, sino hacerlo en sintonía con el desarrollo social. Y para lograrlo, mi propuesta es clara y urgente: garantizar una casa a los colombianos.